Un mensaje larguísimo, que no se entendía, hasta ver el número que lo había enviado. Me dio gracia, volvías a interrumpir vos mi silencio y lo hacías otra vez, siempre por el mismo tema. Disfrutaba el hecho de que me necesitaras, y que siempre acudieras a mi, que no se te ocurriera otra opción. Sonreí, al responderte que no podía ayudarte, de una manera seca y cortante. No tengo la necesidad de seguir complaciéndote, de buscar que me quieras. Sinceramente, ya nada me importa. Tus llamadas como 'Número desconocido', tus mensajes a las ocho de la mañana rogando por favor, otro a las once, otro a las doce. Cedí, estabas siendo demasiado insistente. Ni un te quiero, ni un besote, ni un perdón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario