Los humanos, y quizás en mayor proporción, las mujeres, tenemos algo con la perfección. A lo largo de nuestras vidas queremos atuendos perfectos, noches perfectas, palabras y momentos perfectos, pretendemos que los que nos rodean sean perfectos y nosotros serlo. Juzgamos a quién lo es, y a quién no también. Soñamos con la pareja y la relación perfecta, sin siquiera saber bien cómo definir la perfección. Falta de problemas, de errores, calma, equilibrio. Después de un par de años puedo decir que encontré muchos defectos mientras buscaba la perfección, muchos errores en el medio. Empezaba a cuestionarme qué significaba la perfección realmente, y si era posible alcanzarla, o era solo una utopía que tenemos los humanos. ¿Es la perfección posible o sólo un ítem más para agregar a nuestra gran lista de objetivos inalcanzables? No me resignaba a la imperfección, no me conformaba con poco, pero estaba empezando a perder la fuerza de mis convencimientos, cuando alguien volvió todo lo imperfecto, perfecto con solo aparecer. Y ahora, todo es tan perfecto, que me asusta. No hay problemas, ni defectos, no hay errores, todo es equilibrio, perfección. ¿Por qué, después de tanto tiempo de buscar que todo fuera perfecto, cuando por fin lo logramos, nos asustamos?
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