Su perfume invadía el aire que respiraba. "Te quiero" pensé. Estaba en un estado de trance prácticamente, no podía pensar en otra cosa más que lo feliz que me sentía entre sus brazos. Sus caricias lentas y su respiración calmándose eran una combinación casi narcótica, adictiva. Era consciente de cada uno de sus movimientos y de la suavidad de su pelo entre mis manos. No existía nada más que él, él y yo. "Te puedo contar un secreto?" le susurré. Agarrándome con fuerzas de él, tratando, inconscientemente, de juntar valor. Con los ojos cerrados sentí como asentía, como giraba la cabeza y juntaba sus labios con mi frente, un acto tan sencillo y tierno, que me hizo temblar. "Pero no quiero que me contestes" le dije, susurrando en su oído y le di un beso, mientras me apretaba suavemente, demostrando que había entendido. Mi silencio fue más largo de lo que debería haber sido, hasta que finalmente le dije "Te quiero" y lo abracé más fuerte todavía, con los ojos cerrados. "Yo también" me contestó, acariciándome los bucles que se escapaban del desarmado peinado. "Cierto que no te tenía que contestar, perdón" me dijo riéndose despacito, con esa risita contagiosa sin la cuál no podría vivir, haciéndome reír a mi también. Me apretó contra él. "Pero te quiero".
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