It's not alright, it's not okay.

No fue tan fácil decir que estaba bien, mover un par de músculos faciales y mostrarles una sonrisa. No fue fácil, decir que ya no importaba, que no se preocuparan. No fue tan fácil sacar los billetes y comenzar a gastarlos. No fue fácil levantarme del piso y juntar los pañuelos, cuando dos horas habían parecido solo minutos. No fue fácil salir de mi cuarto, y mucho menos tratar de ver la luz del día y aparecer en el mundo. Dos días no eran suficientes, una semana tampoco, las dos de vacaciones eran demasiado pronto; quería desaparecer. No era agradable la idea de tener que 're'-aparecer, cuando en ningún momento había desaparecido. No me entusiasmaba la idea de dar explicaciones, pero era peor tener que dar una por una, así que lo hice público. Lo más público que alguien se pudiera imaginar, siendo algo tan privado. No fue fácil. Los días pasaron, Cuando el 3 apareció en el calendario, no lo noté, escapé, ahogué mis penas, mantuve, a propósito, todo el día mi cabeza ocupada. Pero cuando el 1 reemplazó al 0... fue cuando todo se volvió 'real'. Cuando me di cuenta lo que había pasado. Agosto. Había terminado todo, algo que nunca había comenzado. No era fácil sonreir, pero con los días y mucha, mucha ayuda, lo fui consiguiendo, más naturalmente. Las carcajadas reemplazaron a las risas, y me sentía otra vez yo. No fue fácil encontrarme en el medio de tanto desorden. Había sido tapada por un mar de lágrimas y rocas de pañuelitos elite.

No lo noté, pero el tiempo pasó muy rápido. Entramos en Septiembre, no miro para adelante, pero no puedo mirar para atrás. A pesar de todo, soy la sombra de lo que algún día fui.

Reconstruí un mundo entero, levanté las paredes de mi protección y volví a escribir, volví a leer, volví a sonreir, a salir y a querer. No volví a soñar, no volví a la música que tanto me gustaba. Pero no resistí demasiado, volví a esa voz del cielo, sin querer hacerlo. Cada palabra que escuchaba de su boca, dolía y mucho. Era un puñal clavado en la herida, pero de alguna misteriosa manera, ayudó a cicatrizarla. Estaba bien. O podríamos decir que mi estado era aceptable.

Hasta que al abrir un cajón salen dos sobres, uno rojo y otro rosa. Con cartas, cartas previas a esta guerra. La primera y más lejana, diciendome que no perdiera la fé, que todo iba a salir como estaba planeado. La segunda, unos días antes del desastre, diciendo lo mucho que iba a extrañarme y lo bien que lo iba a pasar yo. Soy masoquista, las leí. Enteras, de nuevo. Y después de dos meses, me entregan la primera carta de las cuatro que habían prometido. "Carta semana número uno". Como dolió leer las primeras palabras, pero el dolor que provocaron no amortiguaron al resto. Como si tres cartas no fueran suficientes para matarme lentamente. Hay también dos carteles, doblados muy depresivamente, metidos entre todos los afiches. Buscan pasar desapercibidos, pero no les funcionó. El trabajo del colegio me hizo encontrarlos. Y fue ahí cuando no pude seguir, cuando el trabajo para presentar quedó inconcluso. Cuando cerré puertas y ventanas, tratando de aislarme nuevamente. El trabajo de dos meses, se iba perdiendo. Y hoy, mi lado masoquista actuó al sentarme en la computadora. Lo primero que hice fue buscar los videos. Esa cortina de metros que cae cuando la nota sube, no hay palabras para describir el efecto que causó en mi. Los aplausos. Sus bailes, sus caras, sus pequeños comentarios entre frases, todo eso que es tan suyo. Y finalmente, el agua que cae, volviendo nuevamente emocionante esa canción que se había vuelto vacía para mí. Y a pesar, de lo mucho que me costó, de lo díficil que fue, dejé que media hora de videos matara el progreso de estos dos meses.

Y ahora lo admito,

no estoy bien.